10/10/201728/01/2018

Somos plenamente libres

Las mujeres artistas y el surrealismo

Entre las obras destacadas de la exposición, el óleo Tertulia (1929), de Ángeles Santos

Somos plenamente libres. Las mujeres artistas y el surrealismo presenta el trabajo de un grupo de mujeres artistas que a partir de los años veinte del siglo pasado fueron partícipes, en mayor o menor grado, de un movimiento que históricamente ha sido asociado a los hombres: el surrealismo. El Museo Picasso Málaga ha reunido para la ocasión obras de dieciocho creadoras luchadoras y rebeldes y en varios casos eclipsadas por sus parejas masculinas. Así, la muestra reivindica un justo protagonismo a un grupo de mujeres artistas cuyo trabajo destacó en el entorno surrealista, algunas de las cuales han tenido que esperar quizás demasiado tiempo para alcanzar un grado de reconocimiento internacional verdaderamente notable: Eileen Agar, Claude Cahun, Leonora Carrington, Germaine Dulac, Leonor Fini, Valentine Hugo, Frida Kahlo, Dora Maar, Maruja Mallo, Lee Miller, Nadja, Meret Oppenheim, Kay Sage, Ángeles Santos, Dorothea Tanning, Toyen, Remedios Varo y Unica Zürn. 

El comisario de esta exposición, José Jiménez, catedrático de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad Autónoma de Madrid, afirma que la elección de autoras “no es una opción separatista, sino una tarea de recuperación” y que asimismo “no constituye una enumeración cerrada, sino una lista abierta a nuevas consideraciones e inclusiones. Se trata de una selección que busca la coherencia en la construcción del relato expositivo, teniendo como ejes centrales la calidad artística de las obras y el ejercicio de estas mujeres de su autonomía activa, como sujetos pensantes y creativos, hacia la plena libertad”. El individualismo y la personalidad de estas artistas se transmite a través de las más de cien obras de arte entre pinturas, dibujos, esculturas, collages, fotografías y películas reunidas para la ocasión. 

El surrealismo, en masculino

La historia del arte ha favorecido la figura del artista varón, excluyendo sistemáticamente a las mujeres creadoras de los principales movimientos artísticos occidentales. Las mujeres han sido consideradas en primer lugar como inspiradoras y, ya en un segundo plano, como creadoras. Sus obras, generalmente eclipsadas por las de sus compañeros artistas, han sido a menudo relacionadas con el contexto doméstico y valoradas en inferioridad

Fundado oficialmente en 1924 con la redacción por André Breton del Primer Manifiesto del Surrealismo, el movimiento surrealista tuvo una producción artística sobretodo literaria y visual que se desarrolló principalmente en París, aunque pronto se extendió a otros países como España, Bélgica, Suiza, Reino Unido, México o Estados Unidos. El manifiesto lo definía como un “automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral.” 

Fue una ideología influyente, transgresora y anti-academicista que, aun apoyando la igualdad y la opción artística de la mujer, la consideró más cómo objeto artístico que como sujeto creador. Los artistas surrealistas contemplaban a la mujer en un plano idealista y pasivo, como eterna mujer-niña, musa y objeto sexual, como un enigma que debía ser descifrado a disposición de su imaginación y de sus deseos. Pero este movimiento tuvo también representantes femeninas importantes, que merecen ser valoradas y recordadas ya que tuvieron una gran pero poco reconocida parte en el mismo. Ha sido muy recientemente cuando ha empezado a considerarse su obra con la misma atención y respeto del que durante tanto tiempo han disfrutado sus compañeros.

El surrealismo, en femenino

Si bien los artistas surrealistas exploraron el inconsciente mediante los sueños, automatismos y trances inducidos, sus trabajos no necesariamente expresaron sus experiencias personales. Para ellas, el surrealismo fue la manera de tomar conciencia de su ser, explorar sus pensamientos y sentimientos más profundos y construir su identidad, reflejando experiencias pasadas y presentes, miedos, esperanzas y deseos. 

A diferencia de sus pares masculinos, estas creadoras se sumergieron en el inconsciente como medio de autoconocimiento y con un sentido más introspectivo que lúdico: fue la herramienta con la que exploraron su ser femenino en el mundo y con el que exorcizaron demonios. Varias de estas artistas acarreaban enfermedades, tragedias y abusos sufridos a lo largo de sus vidas. En un tiempo de gran diseminación de las teorías del psicoanálisis, su arte visualizaba la psique femenina como nunca había sido mostrada, iniciando un diálogo que gradualmente transformaría las relaciones entre géneros. 

Así, muchas de sus obras tienen una naturaleza autorreferencial, en donde el autorretrato tiene una importante presencia: sentían la necesidad de plasmarse a sí mismas para expresar quiénes eran y qué sentían. Se podría afirmar que el surrealismo de estas artistas era realmente su realismo interior y lo manifestaron trabajando en una gran variedad de técnicas.

Identidad y libertad

El surrealismo fue el movimiento de vanguardia más atractivo creativamente para las mujeres por ser renovador, provocativo y por reivindicar la plena libertad de los seres humanos. Era un arte que daba importancia a la realidad personal y que facilitaba como medio de expresión la unión de lo erótico con la emoción poética promocionando así el juego de dualidades o la ambigüedad como respuesta al dictado de la razón. Fue un proceso de liberación doloroso, dramático y en ocasiones con finales trágicos que paradójicamente les facilitó la independencia creativa y la superación del yugo teórico ideológico.

Todas las artistas reunidas en Somos plenamente libres. Las mujeres artistas y el surrealismo, en algún momento de su trayectoria vital desembarcaron en el París de los años veinte, en cuyos círculos intelectuales de entreguerras había poco espacio para la mujer artista con voz propia. Por ello cuando una década después, tras los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, cruzaron el Atlántico hacia Estados Unidos y México, encontraron allí su liberación y revolución como surrealistas, lejos ya de la órbita que en torno a Breton se había formado en la ciudad de la luz. El exilio ofreció a muchas de estas mujeres artistas un ámbito de libertad que no habían experimentado en Europa y, por lo tanto, la posibilidad de reinventarse en su independencia y en su imaginario

Estas mujeres buscaron su identidad y su libertad a través del arte, lo que de alguna manera las convirtió en unas revolucionarias que prepararon el escenario cultural necesario para que surgiera el posterior movimiento feminista con un arte que no solo retaba las convenciones sociales e institucionales, sino, sobre todo, los límites de género.

Las obras presentes en esta exposición provienen de instituciones europeas de reconocido prestigio como, entre otras, el Moderna Museet, la Tate, el Centre Pompidou, Lee Miller Archives o el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, pero también de museos americanos como el Museo de Arte Moderno de México o Yale University Art Gallery, así como de colecciones privadas.

Tras Sophie Tauber-Arp. Caminos de vanguardia (octubre 2009-enero 2010), Hilma af Klint. Pionera de la abstracción (octubre 2013-febrero 2014) y Louise Bourgeois. He estado en el infierno y he vuelto (junio-septiembre 2015), el Museo Picasso Málaga aborda de nuevo una exposición que pone en valor el trabajo artístico de la mujer en la historia del arte. Como es habitual, la muestra contará con un programa de actividades culturales propio desde el que aproximarse a los principales aspectos artísticos e históricos tratados en ella. 

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La exposición

“No es una opción separatista, sino una tarea de recuperación”

José Jiménez, comisario de la exposición

Obras comentadas

El surrealismo y ellas

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