Suite 347 n.º 138

«Entre el 16 de marzo y el 5 de octubre de 1968, Picasso trabajó con los maestros impresores Aldo y Piero Crommelynck en la producción de la Suite 347, una colección de grabados donde se mezclaban ingeniosamente distintas técnicas gráficas y se representaba un compendio de personajes del mundo de Picasso: toreros, mosqueteros, actores de la commedia dell’arte y del circo, así como variaciones sobre el tema de Rafael y la Fornarina con una fuerte carga sexual (n.° 223), en las que Picasso, representado o no, asume el papel de voyeur. Otra composición de ese carácter (n.° 217) evoca la célebre Olympia de Édouard Manet, retrato de una cortesana servida por una criada negra que le trae el ramo de flores de un visitante al que no se ve. En la versión de Picasso, la Olympia desnuda es negra, y la contemplan un hombre y otra mujer también desnuda.

Entre las figuras específicamente españolas que se repiten en la Suite 347 está el personaje literario de la celestina, la viejecilla vestida de negro que en muchas planchas de la serie ofrece una maja desnuda a clientes ataviados como caballeros del siglo XVII (por ejemplo, en el n.° 222). Otra variante del tema es la que presenta la obra aquí reproducida: la visita de varios gentilhombres españoles a una niña que podría ser una prostituta, ya que se levanta la falda para mostrar su sexo. Sesenta y seis de esos grabados fueron publicados de nuevo por los Crommelynck en 1971 como ilustraciones de La Célestine, una edición francesa de la novela de 1499 de Fernando de Rojas.

La colaboración de Picasso con los Crommelynck le estimuló a experimentar, y hasta cierto punto a forzar los límites de las técnicas gráficas. En este mismo grabado, por ejemplo, utilizó aguatinta al azúcar para lograr las zonas muy oscuras y los moteados que cubren buena parte de la composición. Obsérvese el contraste entre la oscura cabeza del caballo y el hombre más alto con los efectos delicados y acuosos de la mujer con un niño que aparece a la derecha. Nótese también la repetición de la curva oscura del caballero inclinado de la parte central en la falda levantada de la niña. En pequeños detalles y líneas sueltas, Picasso empleó también la punta seca, haciendo incisiones directas en la plancha de cobre con un instrumento punzante».

Texto:
MCCULLY, Marilyn y José Lebrero Stals, José (eds). Museo Picasso Málaga: Colección, 2010, pp. 48-49.