Pablo Picasso (1881-1973). Mosquetero, 15 marzo 1969. Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso, Madrid © FABA Foto: Hugard & Vanoverschelde © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2025

Mosquetero

15 marzo 1969 

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Hace cincuenta y seis años, en marzo de 1969, Pablo Picasso realizó la obra Mosquetero.

«A lo largo de su carrera, Picasso recurrió a diversos alter ego pictóricos para explorar distintos aspectos de la naturaleza humana y mostrar su propia evolución como hombre y artista. El arlequín, por ejemplo, un personaje teatral de la commedia dell´arte, llegó a encarnar los sentimientos de alienación y ambición que definieron sus primeros años en París. Un alter ego diferente, tomado de la mitología griega, emergió décadas más tarde en la forma del minotauro, un monstruo híbrido cuyo poder animal se ve aplacado por su fragilidad emocional, que representó simbólicamente los triunfos y las dificultades de la madurez de Picasso en la década de 1930. En su vejez, el artista se identificó con el intrépido mosquetero de la pintura española y neerlandesa del Siglo de Oro, una época que produjo genios creativos con los que Picasso mostraba una especial afinidad, habiéndose asegurado, para entonces, un lugar entre ellos en la historia del arte europeo.

Esa afinidad se expresa visual y verbalmente en una pintura, esbozada en marzo de 1967, que retrata a una figura masculina con el atuendo negro, las gorgueras blancas y el pelo largo de un caballero del siglo XVII (fig. 1). Además de firmar con su nombre en el frente del lienzo, Picasso inscribió en el reverso la firma inventada de un ‘superartista’ imaginario al que llama ‘Domenico Theotocopulos van Rinn da Silva’. Esta, observa Dakin Hart, ‘es una de las evidencias más concretas de la conexión entre los habitantes imaginarios de la obra tardía de Picasso y algunos de los viejos maestros que los inspiraron inicialmente: el Greco (Domenico Theotocopulos), Rembrandt (Van Rijn), Diego Rodríguez (Da Silva) y Vélazquez’ [1]. La imagen honra y a la vez caricaturiza la trinidad artística invocada por Picasso a través de su larga serie de ‘mosqueteros’, como él los llamaba, que comenzó en diciembre de 1966, meses después de que, al parecer, hubiera quedado cautivado por la lectura de las novelas de Alejandro Dumas mientras se recuperaba de una cirugía de urgencia.

Pablo Picasso (1881-1973). Mosquetero (Domenico Theotocopulos van Rijn da Silva), Mougins, 28 marzo 1967. Ludwig Múzeum, Budapest © Foto: Jószef Rosta / Ludwig Museum – MoCA, Budapest © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2025

En adelante, los mosqueteros proliferarán en la obra de Picasso hasta su muerte, sobre lienzo, papel y cartón. Entre las numerosas variaciones sobre el tema, la presente pintura es única por su soporte en terracota de piezas múltiples. Los doce azulejos de cerámica unidos confieren a la composición un inconfundible carácter ibérico, evocando la tradición centenaria de la pintura de azulejos que se encuentra en las iglesias y en los monasterios y palacios de muchas partes de España, sobre todo en Sevilla, lugar de nacimiento de Velázquez [2]. La admiración que Picasso sintió durante toda su vida por su antepasado barroco comenzó cuando estudiaba en la escuela de arte, mientras copiaba fielmente la cabeza del rey Felipe IV del retrato pintado por Velázquez que se encuentra en el Museo del Prado (fig. 2). Algunos elementos de aquella obra temprana se reflejan aquí en la larga nariz, el bigote enhiesto y el amplio cuello del mosquetero.

Pablo Picasso (1881-1973). Copia de Felipe IV de Velázquez, Madrid, 1897. Museu Picasso, Barcelona © Museu Picasso, Barcelona. Gasull Fotografía © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2025

Sin embargo, aparte de algunos detalles del peinado y el atuendo, esta pintura deliberadamente esquemática no se parece en nada a un Velázquez. Los finos engobes y esmaltes empleados para colorear la cerámica le confieren la cualidad plana y pictográfica de un naipe [3]. La composición está ejecutada en una especie de taquigrafía pictográfica, utilizando los recursos de la manera más escueta posible; tan escueta, de hecho, que algunas formas son difíciles de identificar. Seis círculos de azul sólido indican el cabello rizado del personaje, mientras que una franja de pintura amarilla con de plátano denota, probablemente, una pluma de dandi o una peluca rubia. Unas pocas pinceladas negras forman la empuñadura de una espada en el lado derecho y, posiblemente, la carpintería de una silla en el lado izquierdo. El área blanca junto a la boca podría representar una pipa de arcilla, un accesorio habitual en los mosqueteros de Picasso, si se tienen en cuenta las manchas de humo arriba a la izquierda. En conjunto, esta irreverente interpretación de un retrato aristocrático se puede comparar con la burla que hizo Picasso de los bustos militares en su satírica obra Cabeza con casco de 1933.

Cuando les mostraba a sus amigos los mosqueteros que acababa de pintar, Picasso atribuía una personalidad diferente a cada uno: ‘Con este harías mejor en tener cuidado. Este se burla de nosotros. Este está enormemente autosatisfecho. Este es un grave intelectual. Y este – dijo Picasso –, mira qué triste está, el pobre muchacho. Debe ser un pintor, de cualquier parte’ [4]. Si estas obras reflejaban distintos aspectos de la personalidad de Picasso, entonces el presente ejemplo parece afirmar su orgullosa e inquebrantable españolidad. En una fotografía de 1970 tomada en Notre-Dame-de-Vie, su residencia en Mougins, este singular mural de azulejos rojos aparece enfrente del anciano malagueño, haciéndole compañía como un compatriota de otra época (fig. 3).» [5]

Edward Quinn (1920–1997). Pablo Picasso trabajando en el aguafuerte El cuadro entre bastidores. Odalisca y pintor, Mougins, 1970. Edward Quinn Archive © edwardquinn.com © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2025

[1] HART, Dakin. «Le Mousquetaire». En: RICHARDSON, John (dir.). Picasso: Mosqueteros. [Cat. Exp. Nueva York: Gagosian Gallery, 2009]. Nueva York: Gagosian Gallery, 2009, p. 41.
[2] WILSON, Alice. Tiles Panels of Spain, 1500-1650. Nueva York: Hispanic Society of America, 1969.
[3] André Malraux comparó a los mosqueteros con las figuras del tarot. Véase su Picasso´s Mask, 1974. Nueva York: Holt, Rinehart and Winston, 1976, p. 77.
[4] PARMELIN, Hélène. Voyage en Picasso. París: Éditions Robert Laffont, 1980.
[5] Ross Finocchio en: FITZGERALD, Michael (dir.). Pablo Picasso: estructuras de la invención. La unidad de una obra. [Cat. Exp.: Museo Picasso Málaga, 2024]. Málaga: Museo Picasso Málaga, 2024, pp. 418-422.

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